Estarás de acuerdo conmigo en que una de las habilidades que todo jefe debe tener –además de la capacidad de gestión y liderazgo de las que tanto se ha hablado– es la de actuar de forma que estimule y proteja a sus empleados con el fin de potenciar una dinámica de trabajo positiva que se traduzca en beneficios para la compañía.
Que esto suceda dependerá, en gran medida, de cómo sea el vínculo entre un jefe y sus colaboradores. Y es que más allá de que una buena relación entre empleados líderes esté detrás del mantenimiento de un buen ambiente laboral en el que sea cómodo trabajar, esta también debe verse reflejada en la cuenta de resultados de la empresa.
«Identificar aquella habilidad que nos falta es clave para lograr el reconocimiento de nuestros empleados y mejores resultados para la compañía.»
Sin embargo, tener clara la teoría de la importancia de un buen clima laboral, a veces, puede sonar utópico para los que están al frente de un equipo y deben tomar decisiones estratégicas que ponen en jaque las relaciones personales y que pueden tener consecuencias en el ánimo de los empleados.
¿Cómo hacer lo mejor para la empresa incluso cuando implica lo peor para alguno de mis empleados?
Es en este tipo de situaciones cuando las habilidades de los jefes se ponen sobre la mesa. Peter Bregman, en su libro Leading with Emotional Courage, se refiere a cuatro capacidades básicas que todo buen jefe debe poseer como son la confianza en uno mismo, la conexión jefe-trabajador, el compromiso y la valentía emocional (CoCo’s por sus siglas en inglés: Confident in yourself, Connected to others, Committed to purpose, and emotionally Courageous).
Tener todas estas habilidades es lo que entraría en la definición del jefe ideal, sin embargo, la mayoría de directivos no suele reunirlas todas a la vez. Identificar cuál de ellas es la que nos falta y trabajarlo es clave si lo que queremos es lograr el reconocimiento de nuestros empleados y unos resultados mejores para nuestra empresa.
Las 4 capacidades básicas que todo buen jefe debe poseer:
1. Tener confianza en ti mismo.
Nadie es inmune a los episodios de inseguridad y puede que, aunque tu formación, tu esfuerzo y tu trayectoria profesional sean aval suficiente para respaldar tu liderazgo, en algún que otro momento esa seguridad en ti mismo flaquee. Esto es algo que no puedes permitirte. Deshazte de la negatividad y evalúate. Enfócate en lo bueno que tienes y actúa demostrando control y decisión. Eso sí, no dejes paso al exceso de confianza, esto puede llegar a desmotivar a tus trabajadores y, sobre todo, cegarte sobre los verdaderos objetivos a perseguir en la empresa.
2. Estar bien conectado con los demás.
Entre las demandas que la mayoría de los empleados hacen a sus jefes están aspectos como una mayor autonomía o más flexibilidad. Y, aunque todo esto es necesario, los empleados también valoran positivamente que sus jefes sean cercanos y considerados con sus situaciones personales. La existencia de ambientes distendidos fomenta la colaboración entre personas y dentro de equipos de trabajo, pero sin perder las reglas básicas que se desprenden de cualquier relación jerárquica. Es decir, la relación ideal entre un jefe y sus empleados será aquella que se base en la confianza, pero sin que haya un exceso de la misma.
3. Estar comprometido.
Hay que predicar con el ejemplo. De modo que, si te gustaría que los objetivos de tus trabajadores estuvieran alineados con los de la empresa, deberás empezar por ti mismo. Motivar a tus trabajadores para que alcancen un mayor nivel de desarrollo y que así puedan conseguir hacer su trabajo mejor y sin problemas, es clave para afianzar su compromiso y que a la vez vean que tú estás comprometido con ellos.
4. Ser valiente emocionalmente
En relación con todo lo anterior, los empleados también esperan que sus jefes sean claros y esto pasa, evidentemente por la demanda de feedback constructivo en vez de críticas. Tu responsabilidad como líder de un equipo es la de garantizar que los objetivos de la compañía se cumplen y los resultados se logran en el marco de unas mismas reglas del juego para todos.
Si no eres capaz de llamar la atención a los que desvían de estos principios, alertar sobre actitudes o acciones incorrectas e, incluso, si no puedes desprenderte de personas que no siguen esas reglas estarás, por un lado, fallando a la parte del equipo que sí cumple y, por otro, poniendo en riesgo el devenir de la compañía.