Que aumentar la productividad laboral es una de las principales preocupaciones de las empresas no es algo nuevo. Las organizaciones buscan rentabilizar su inversión en personal y por ello investigan las fórmulas y herramientas que pueden ayudar a los empleados a ir un paso más allá. Pero, ¿qué ocurre con los trabajadores? La realidad es que ellos también le dan vueltas a este tema y más de una de sus búsquedas en Google se orienta a encontrar tips o consejos para ser más productivos.
Al tratarse de un asunto profesional, lo más habitual es que las recomendaciones para potenciar la productividad sean sobre cómo planificar los horarios y priorizar tareas o cómo vencer a la procrastinación. Es decir, únicamente se centran en el plano laboral y olvidan que los empleados también son personas y que hay una gran cantidad de factores externos y ajenos al trabajo que influyen directamente en él.
Desde la falta de ejercicio y/o descanso hasta problemas familiares que ocupan nuestra mente, pasando por la alimentación que es, precisamente, el tema que nos ocupa hoy.
Porque si nos fijamos en los datos que de la Organización Mundial de la Salud, un 20% de los empleados elevaría su productividad si siguiera una alimentación saludable. Un porcentaje que encaja a la perfección con los resultados que se desprenden de un informe de la Organización Internacional del Trabajo, según el cual, las comidas saludables –junto a un ambiente de trabajo tranquilo– son un factor clave para garantizar la eficacia de los empleados.
Más fruta y menos azúcares.
La premisa para alimentarse correctamente en la oficina es la misma que en nuestra casa: evitar las dietas hipocalóricas –es decir, las que nos llevan a ingerir menos calorías de las que necesitamos y que disminuyen nuestra concentración– y las hipercalóricas, que fomentan obesidad, problemas de corazón, de tiroides…
Lo adecuado es construir nuestra dieta en base a alimentos saludables y variados que nos permitan comer rico y equilibrado a la vez que nos sacian y nos cuidan. Fundamental incluir pescados, frutas y verduras, huevos, carbohidratos como el arroz o las patatas y grasas buenas como el aceite de oliva y los frutos secos.
Y en la oficina…
Aplicarlo a nuestra rutina laboral puede ser un poco más complicado, pero no imposible. Especialmente si aplicas estas sencillas reglas:
- Por mucho trabajo que tengas está prohibido saltarse la hora de comer. Tampoco te escapes del desayuno, ya sabes que es la comida más importante del día después de varias horas de “ayuno” así que despiértate un poco antes, tu cuerpo te lo agradecerá.
- Organízate y sé previsor. Llevar tu tupper con recetas elaboradas en casa te ayudará a comer saludable. Súmale que también te traes al trabajo tentempiés saludables y evitarás que en los momentos de estrés te de por atracar las máquinas expendedoras de comida.
- Anima a tu empresa a que organice talleres y cursos de nutrición que os ayuden a mejorar vuestras técnicas culinarias.
Los beneficios son…
Seguir gran parte de estas reglas de alimentación es lo que te permitirá mejorar tu productividad, sobre todo, porque de esta forma el cerebro contará con el combustible que necesita para rendir de forma adecuada.
De hecho, existen determinados alimentos que nos ayudan a aumentar la concentración y nos aportan más energía para enfrentarnos a las tareas cotidianas. Esto es, precisamente, lo que después permite potenciar nuestra eficacia en el trabajo.Además, reduce el absentismo laboral, especialmente, el que es consecuencia de enfermedades relacionadas con una alimentación poco saludable.
Pero los beneficios de una alimentación saludable a la hora de realizar nuestro trabajo van mucho más allá. Y es que una vez hemos asumido que comer bien nos ayuda a trabajar mejor, debemos tener en cuenta que esto se traduce en que, a la vez, reducimos el riesgo de sufrir problemas de salud estrechamente relacionados con el trabajo como la fatiga o el estrés, así como otras enfermedades como la diabetes, la hipertensión o la hipercolesterolemia.
Por no hablar de que ciertos alimentos como los pescados grasos y las verduras de hoja verde también pueden ayudar a prevenir la enfermedad de Alzheimer o la demencia.