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3 consejos para dejar el estrés del trabajo en el trabajo

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Alberto tiene un trabajo que le apasiona y le genera estrés a partes iguales. Esto último podría ser una preocupación, un motivo para buscar otras opciones laborales, pero para Alberto no lo es. A las 19h Alberto apaga el ordenador y, a la vez, desconecta un pequeño botón que tiene situado en la nuca. Está programado, cuando cruce la puerta de su oficina, los problemas del trabajo se quedarán ahí y el podrá disfrutar de su tiempo personal sin que el trabajo se cuele en sus pensamientos. Será así hasta el día siguiente a las 9 de la mañana, cuando vuelva a conectar ordenador y el botón en la nuca de forma casi simultánea. Ideal, ¿no?


Puede que ya lo hayas imaginado, pero ni Alberto es real, ni existe semejante botón que nos permita aislarnos con esa facilidad de nuestro trabajo. No existe, al menos, en su sentido más literal, pero sí hay algunas prácticas que nos pueden ayudar a desconectar del trabajo –teléfono y correo electrónico incluidos– cuando estamos fuera de él.


No es una utopía. Con orden y conciencia puedes aprender –en tus horas libres– a olvidarte de las interminables listas de tareas, de las reuniones que no fueron del todo bien y de las justas fechas de entrega.

Ser capaces de conseguirlo forma parte del cada vez más popular Work Life Balance e introducirlo en nuestra rutina es importante porque permite que nuestro cuerpo y nuestra mente se recuperen de los efectos de la tensión que pasamos durante el día. Lo curioso es que aislándote por un rato del trabajo estarás contribuyendo, también, a que mejoren tu productividad y tu capacidad resolutiva.
Dicho esto, descubramos qué podemos hacer para dejar el estrés del trabajo en el trabajo.


1. Aprovecha el tiempo al máximo (dentro y fuera de la oficina).

 
Cuando hablamos de desconectar del trabajo, la organización y la planificación serán tus grandes aliados. Asume que la jornada laboral no es –ni puede ser– infinita, de modo que deberás listar cada día una cantidad máxima de tareas para realizar.

Prioriza y ejecuta teniendo en cuenta su nivel de importancia y urgencia. Si alguna tarea te roba gran parte de tu tiempo y provoca que retrases el resto, comunícalo. Si cumples con tu lista de propósitos para ese día lograrás que en tu mente no haya asuntos pendientes que solucionar. Eso sí, sé realista. No sirve de nada hacer una lista infinita que desde el principio sabemos que no llegaremos a cumplir y, que cuando al final del día veamos que solo hemos sido capaces de cumplir con la mitad, nos generará la misma frustración.


2. Genera tu ritual.


Marca una transición entre tu vida laboral y tu vida personal. Puede ser escuchar música durante el trayecto de vuelta a casa, un libro en el metro, una sesión de gimnasio justo al salir de la oficina… Puede ser, incluso, una ducha fría. Tú eliges el mecanismo, de desbloqueo y desconexión.

La idea es que realices una actividad que te ayude a airear la mente y liberarla de las tensiones y presiones. Es el botón del que hablábamos al principio de este artículo, solo que cada uno debemos encontrar el que más nos conviene y mejor nos ayuda.


3. Prepárate para el final del día.


Si lo piensas bien, te mentalizas a diario para empezar la jornada. Nos preparamos mentalmente incluso cuando tenemos que hacer un viaje aunque sea por diversión. Por no hablar del tiempo de preparación que dedicamos los días antes de una reunión o un compromiso importante.


Sin embargo, nos abandonamos en un momento clave, cuando toca despedirse del trabajo y recibir nuestro tiempo de ocio. 

Dedicar unos minutos a recoger la mesa –en vez de cerrar la agenda y apagar el ordenador a prisa–, organizar nuestra agenda del día siguiente y salir tranquilamente de la oficina es un primer paso para mentalizarnos de que la jornada ha terminado y que, por lo tanto, todo lo relacionado con el trabajo debe quedarse dentro de la oficina.

Recuérdalo, mentalizarse para hacer frente a cualquier cambio nos encamina hacia el éxito.